Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, Cristo.

Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, Cristo. Interpretar estos mandatos como una condenación de todo título por el cual los gobernantes de la iglesia pueden distinguirse del rebaño al que gobiernan, es virtualmente condenar ese gobierno mismo; y en consecuencia, las mismas personas hacen ambas cosas, pero en contra de toda la tensión del Nuevo Testamento y el sano juicio cristiano. Pero cuando nos hayamos guardado de estos extremos, asegurémonos de retener el espíritu completo de esta advertencia contra esa comezón por la superioridad eclesiástica que ha sido la ruina y el escándalo de los ministros de Cristo en todas las épocas. (Sobre el uso de la palabra "Cristo" aquí, véase la nota en).

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