Todo lo que hay en el mundo es la concupiscencia de la carne, bajo la cual se comprende todo lo que agrada a los sentidos, o la concupiscencia de los ojos; es decir, un anhelo por las cosas que entran por los ojos, como las riquezas en oro y plata, en vestidos, en casas y palacios, trenes y carruajes, etc. curiosidad por las artes y las ciencias vanas; o el orgullo de la vida, en cuanto a honores, dignidades y ascensos. Pero el mundo pasa, y todas estas cosas que le pertenecen. --- El que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre con Dios en el cielo. (Witham)

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