Quien se deleita con Jesucristo, también lo hace con su palabra; y los que no disfrutan de ninguno de los dos, son verdaderamente deplorables. Oremos, pues, para que Dios nos alimente con su palabra y con la santa Eucaristía, que contiene su cuerpo y sangre, su alma y su divinidad, para que así podamos crecer hacia la salvación.

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