La fuente y la causa principal de nuestra santificación es la voluntad de Dios, que tanto amó al mundo como para darnos a su único Hijo; la causa meritoria de nuestra santificación es la oblación voluntaria de Jesucristo, sacrificado por nosotros en la cruz. Los metodistas tergiversan vergonzosamente los principios de los católicos, como si excluyéramos a Cristo de la obra de nuestra salvación, o si esperáramos ser salvos no por los méritos de Cristo, sino por los nuestros.

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