Cristo no nos enseña a orar por las aflicciones del cuerpo, pero siempre nos manda a orar para que no caigamos en tentación. Por tanto, cuando la tentación nos ataca, debemos rogar a Dios gracia para resistirla, para que se cumpla en nosotros la promesa de San Mateo (cap. X.), El que persevere hasta el fin, será salvo. (Ven. Bede en Reg. Brev. 221)

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