Con este ejemplo, Cristo condena a sus adversarios, como culpables de sórdida avaricia, ya que, al librar a las bestias del peligro de perecer en el día de reposo, solo consultan su propio beneficio, mientras que él solo se emplea en un acto de caridad hacia su prójimo. ; una acción que parecían condenar con tanta calidez. (Ven. Bede)

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