A pesar de que esta ley del pecado se opone a la ley del espíritu y se esfuerza por cautivarnos al pecado, podemos, con el socorro de la gracia de Jesucristo, preservarnos del pecado y la condenación, resistiendo el pecado y uniéndonos fuertemente a Jesús. Cristo, por la fe y la caridad. La concupiscencia no es pecado. Y los que han recibido un nacimiento espiritual en Jesucristo por el bautismo, y han permanecido fieles a la gracia de su justificación, los que no andan según la carne, sino según el espíritu, recibirán una recompensa proporcional a sus luchas y trabajos. (Calmet)

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