Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres coinciden en uno.

San Juan muestra aquí que el fundamento de nuestra fe es absolutamente firme y seguro, ya que descansa sobre el poderoso testimonio de Dios mismo: Este es el que vino por el agua y la sangre, Jesucristo; no solo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad. Aquí se presentan ante nuestros ojos los dos principales acontecimientos de la vida de Jesús, a saber, su bautismo, por el que entró en su ministerio público, y su sufrimiento y muerte, por medio del cual coronó su obra de redención.

Estos dos eventos prueban con especial fuerza que Jesús es el Cristo, el Salvador del mundo. Aceptó el bautismo destinado a los pecadores y, por lo tanto, declaró que estaba dispuesto a hacer plena satisfacción por los pecados del mundo. Derramó su sangre y entregó su vida en la muerte por la reconciliación del mundo. Y no fue sólo su primera disposición a emprender la obra de salvación lo que contó, sino el derramamiento de su sangre, su sufrimiento y muerte.

De estos hechos da testimonio el Espíritu de Dios en el Evangelio, testificando sin cesar que Jesucristo es el Salvador del mundo. Esa es la obra especial del Espíritu Santo, testificar acerca de la verdad, enseñar la verdad, ya que Él mismo es la Verdad, el Dios eternamente fiel. Así, el testimonio del Espíritu glorifica a Cristo en el corazón de los creyentes.

El texto continúa: Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Este es el gran misterio de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Verbo eterno y Espíritu Santo, tres en personas, uno en esencia. Estos tres en uno testifican en nombre de Jesús que Él es el Cristo, el Salvador del mundo. Y con su testimonio concuerda con el de tres testigos en la tierra: el Espíritu y el agua y la sangre; y estos tres concurren en uno.

Aquí en la tierra, el Espíritu Santo es el testigo principal. Así como guió a los discípulos de Cristo a toda la verdad y los inspiró a escribir el Evangelio de Jesucristo, el Salvador del mundo, así todavía obra la fe en nuestros corazones a través de la Palabra del Evangelio, todavía nos enseña el valor de la otros testigos de la redención de Cristo, de su bautismo y de su sufrimiento y muerte. Por lo tanto, tenemos evidencia inconfundible e incontrovertible del hecho de que Jesús, nuestro Salvador, realmente completó la obra de redención, obtuvo una expiación perfecta para todo el mundo. Por tanto, los tres testigos tienen un solo objeto, a saber, señalar a Cristo, dar testimonio de la salvación que tenemos en él.

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