Porque el testamento es válido después de la muerte de los hombres; de lo contrario, no tendrá valor alguno mientras viva el testador.

Habiendo demostrado que el oficio de sumo sacerdote de Cristo era en todos los aspectos más excelente que el de los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento, el autor en la segunda parte del capítulo proporciona prueba del hecho de que Cristo es también el Mediador de un pacto mejor que el del Antiguo Testamento. Al demostrar la necesidad de la muerte de Cristo, se refiere, en primer lugar, al efecto y propósito del gran sacrificio en el Calvario: Y por esa razón Él es el Mediador de un nuevo testamento que, habiendo tenido lugar una muerte para la liberación del transgresiones bajo el primer pacto, los que han sido llamados podrían recibir la promesa de la herencia eterna.

Por esta razón, debido a que Cristo entró en el Lugar Santísimo de los cielos por Su propia sangre, y debido a que Su sangre limpia la conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo, Él es el Mediador del nuevo pacto. A través de la expiación anual hecha por los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento, el pacto de Dios con su pueblo escogido siempre fue renovado e Israel continuamente restablecido en sus derechos como pueblo del pacto.

Pero Cristo, a través de Su sangre, a través de Su salvación, ha establecido un nuevo pacto, uno por el cual somos hijos de Dios, el pueblo de Dios, por el cual estamos seguros de la misericordia de Dios y tenemos comunión con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo, no solo por un año o por algunos años, pero por toda la eternidad. Todo esto ha sido posible gracias a la muerte de Cristo, que tuvo lugar para la liberación de las transgresiones cometidas bajo el primer pacto.

Porque a menos que estas transgresiones, de las cuales todos los hombres son culpables, fueran expiadas, ningún hombre podría recibir la herencia eterna. Al no poder expiar los sacrificios del Antiguo Testamento por el pecado, era necesario un nuevo pacto con una muerte que pudiera lograr este objetivo necesario. Siendo la muerte vicaria de Cristo un hecho histórico, se sigue que la promesa ahora puede llevarse a cabo. Nosotros, a quienes Él ha llamado por el Evangelio, ahora podemos confiar libremente en la promesa de la herencia eterna en el cielo, donde disfrutaremos de los dones y bendiciones verdaderos y duraderos.

El pacto de Dios, asegurado por Su promesa, es al mismo tiempo el testamento, el último molino, de nuestro Salvador Jesucristo. Y de este hecho argumenta el escritor sagrado: Porque donde hay testamento; es necesario que se declare la muerte del que hizo el testamento; porque el testamento está en vigor con respecto a los muertos, ya que nunca entra en vigor mientras el testador esté vivo. La ilustración está tomada de la costumbre o ley general con respecto a los testamentos, porque el testamento y la última voluntad de un hombre nunca son válidos mientras el testador aún esté vivo.

Si los herederos reales o presuntos quieren el beneficio de la herencia, primero deberán aportarse pruebas de la muerte del testador. Sólo cuando este hecho se establezca más allá de toda duda razonable, cuando el hombre que formalmente puso su última voluntad por escrito ya no esté entre los vivos, entonces las disposiciones del testamento estarán en vigor. Así también la muerte de Cristo fue necesaria para que Cristo pudiera ser realmente el Mediador de una nueva y mejor alianza.

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