Y esta es la voluntad del que me envió: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y lo resucitaré en el último día.

Jesús ahora hace una declaración clara y franca. Él no había dicho que daría el pan maravilloso que descendió del cielo, pero había afirmado que este Pan milagroso que descendió del cielo tenía el poder de dar vida eterna. Él mismo es ese Pan de Vida. No importa quién venga a Él, nunca más sufrirá de hambre, así como el que bebe del agua viva de Su salvación nunca más volverá a sufrir de sed.

Venir a Jesús significa creer en Él como el Salvador del mundo. Todos los deseos y anhelos del alma encuentran su completa satisfacción en Él y Su misericordia. Pero aunque el Hijo de Dios y una satisfacción tan perfecta fueron traídos de manera tan ordenada a los judíos, ellos no creyeron. Lo han visto en Su ministerio de milagros, y han escuchado las palabras de vida que salían de Su boca en tales ocasiones, pero se han negado a creer. Por tanto, deben saber que todo lo que el Padre da al Hijo, le llegará.

Venir a Jesús es creer; la fe es una venida espiritual. El corazón y la voluntad de una persona van a Cristo, se unen a Cristo. Todas esas personas realmente vienen a Jesús a quien el Padre le ha dado como suyo. La fe es el resultado de la selección misericordiosa de Dios. Es un llamado y una selección de gracia, y por lo tanto, ninguno de los que vienen a Él con fe, el Señor los echará fuera. Los pensamientos de Dios son pensamientos de paz y misericordia solamente; No desea la muerte de ningún pecador.

Para cumplir este misericordioso y bondadoso propósito de Su Padre celestial, Jesús ha venido al mundo. Es la voluntad del Padre que Jesús no pierda a ninguno de los que el Padre le ha dado. Todos son igualmente preciosos a sus ojos, demasiado cara para perderlos. Por tanto, a aquellos a quienes el Padre ha dado al Hijo como suyo, el Hijo debe resucitar de entre los muertos en el último día para darles el pleno disfrute de las bendiciones y la gloria que son su herencia.

En aras de la claridad y el énfasis, Jesús repite el mismo pensamiento. Es la voluntad del Padre que envió al Hijo al mundo que todo aquel que mira al Hijo con fe, que lo acepta como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, sin falta, tenga vida eterna, llegue a ser participante de las glorias del cielo por y en la resurrección. En Cristo fuimos escogidos para vida eterna.

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