Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no permitieron que los demonios hablaran, porque le conocían.

Jesús tuvo pocas posibilidades de descansar, una vez que se conoció el poder que la gente había presenciado en él. Ciertamente la gente esperó hasta que pasó el sábado, porque el día llegó a su fin con la puesta del sol. Pero luego le llevaron, le llevaron a todos los que estaban en mal camino, que no se sentían bien, junto con los que estaban afligidos por los demonios. Su fama se había extendido tan rápidamente que prácticamente todos los habitantes de la ciudad se habían reunido y estaban reunidos ante la puerta de la casa donde se hospedaba.

Y no se decepcionaron de su confianza. No importa cuál era la enfermedad (y muchas formas diferentes de enfermedades estaban representadas en esa gran multitud), Él los sanó. Y expulsó muchos demonios; por una orden de Él, tenían que dejar a sus víctimas y llevar su desagradable presencia a otra parte. Nota: Cristo no permitió que los demonios hablaran, para que no le dijeran a la gente la verdad acerca de él. El Señor no desea ningún testimonio del diablo y de todos aquellos que están voluntariamente a Su servicio. Quería revelarse a la gente de Galilea a su manera y en su propio tiempo.

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