Una advertencia necesaria: porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

El escuchar nuestra oración, la concesión de los beneficios solicitados, depende de que estemos en la relación correcta con Dios, que se logra con la seguridad y la certeza del perdón de los pecados. Y esto, a su vez, depende de la manera en que demostremos la correcta condición de nuestro corazón hacia el prójimo. Nuestros pecados para con Dios fueron llamados deudas, y estos se acumulan con una rapidez terrible.

Los pecados de nuestro prójimo hacia nosotros se describen como meros tropiezos o faltas en el cumplimiento de su deber. Ser vengativo en tales circunstancias es una locura en sí mismo, y argumenta que no se aprecia la misericordia de Dios. Si realmente deseamos el perdón de Dios, primero debemos mostrar que nos damos cuenta de nuestra propia pecaminosidad y su condenabilidad al perdonar a nuestro prójimo sus faltas.

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