Vi de noche, en una visión nocturna, en algún momento entre las seis de la tarde y las seis de la mañana, y vi a un hombre montado en un caballo rojo, del color de la guerra y el derramamiento de sangre, y se paró entre los mirtos que estaban en el fondo, probablemente un valle en las cercanías de Jerusalén; y detrás de él había caballos rojos, moteados o castaños, del color del fuego y de las llamas y del ardor, y blancos, en este sentido el color de la victoria.

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