Afirmando que el propósito de su escritura es que no pecamos, el escritor declaró que incluso si pecamos, se hace una provisión por la cual se puede desechar. Las pruebas mediante las cuales podemos conocer nuestra relación con la luz se establecen con respecto a Dios y con respecto a nuestros semejantes. La prueba de que conocemos a Dios es que guardamos sus mandamientos. Es posible saber mucho acerca de Dios intelectualmente y aún vivir en rebelión contra Él.

Dios es conocido en Su Hijo. Unirse a Él y permanecer en Él es transformarse a Su semejanza. El mandamiento supremo, entonces, es amar. El amor a los hermanos prueba un caminar en la luz. El odio a los hermanos demuestra oscuridad.

Al lidiar con los peligros de las tinieblas, Juan hizo que la base de su apelación fuera su experiencia en Cristo. Ese llamado se hizo a los "niños pequeños", "jóvenes", "padres". A ellos se les advierte contra la mundanalidad, que se describe como "la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la vanagloria de la vida". con Dios significa el amor del Padre, que lo convierte en la conciencia suprema del alma. Al tener ese amor, las cosas del mundo pasan.

El segundo peligro de la comunión es el Anticristo. El espíritu del Anticristo es negar que Jesús es el Cristo, lo que implica la negación del Padre y del Hijo. Cualquier sistema de enseñanza que haga de Jesús algo menos de lo que se establece en los escritos del Evangelio es la expresión del Anticristo. La Iglesia de Dios necesita estar siempre alerta contra tales tendencias y enseñanzas. Ser influenciado por la filosofía y la sabiduría puramente humanas traerá a la Iglesia a la esclavitud del Anticristo. Por lo tanto, permitan que los 'niños pequeños permanezcan en Él', para que en Su Venida haya confianza y no vergüenza.

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