Este es un gran salmo de alabanza que se presenta solo y que sirve como introducción a los últimos cinco, que constituyen el himno final de acción de gracias, la expresión de alabanza perfeccionada. Es un solo, pero el cantante canta no solo para sí mismo, sino para los demás. Los pueblos están en la mente.

Tiene tres movimientos; una introducción (vv. Sal. 145: 1-4); una declaración del tema (vv. Sal. 145: 5-9); y el pleno ejercicio de la acción de gracias (vv. Sal. 145: 10-21). La introducción habla de la determinación de alabar (v. Sal. 145: 1), de la continuidad en la alabanza (v. Sal. 145: 2), del motivo de la alabanza (v. Sal. 145: 3) y de la comunión en la alabanza (v. Sal 145: 4). El tema es triple; primero, la majestad del honor y las obras divinas (v.

Sal 145: 5). En segundo lugar, el poder de los hechos de Dios (vv. Sal. 145: 6-7). Tercero y supremamente, la misericordia de Dios (vv. Sal. 145: 8-9). Luego sigue el ejercicio. Primero, el coro de las obras de Jehová y de Sus santos. Este coro celebra Su gloria, Su poder, Sus actos poderosos y la majestad de Su reino.

El resto del salmo es un canto que lleva a cabo los pensamientos sugeridos en la exposición del tema. Se celebra la majestad de Jehová (v. Sal. 145: 13). Se declara su poder que opera en la elevación de los caídos (v. Sal. 145: 14). Finalmente, se deleita en la actividad de Su misericordia (vv. Sal. 145: 15-20). Todo concluye con la afirmación de la determinación personal de alabar, y la expresión del deseo de que toda carne se una al himno.

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