Aquí la convicción que ha sido la inspiración de los dos salmos anteriores alcanza una consumación de expresión. Difícilmente se puede dividir la canción, ya que se desarrolla en una continua efusión de alabanza. El cantor está acosado por la dificultad y la tristeza, y sin embargo, la afirmación de esto al principio y al final, constituye un trasfondo que pone de relieve con mayor claridad la segura confianza del alma en Dios.

Comenzando con la afirmación, Oh Dios, tú eres mi Dios, el cantor declara en tierra seca su sed de las mismas visiones de Dios que había visto en el santuario en días pasados. Inmediatamente la canción asciende a niveles más altos. El pasado es la inspiración del presente. Sobre todas las circunstancias diversas y difíciles se levanta triunfante porque conoce a Dios. Feliz en verdad es el alma que puede hacer de la tristeza la ocasión de un canto y de las tinieblas la oportunidad de brillar.

Dos cosas son necesarias para un triunfo como este. Estos se indican en las palabras iniciales del salmo. Primero, debe existir la conciencia de la relación personal, "Oh Dios, tú eres mi Dios"; y, en segundo lugar, debe haber una búsqueda ferviente de Dios: "Temprano te buscaré". Se debe establecer una relación. Debe cultivarse el compañerismo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad