Y corriendo al abrigo de una pequeña isla llamada Cauda, ​​pudimos, con dificultad, asegurar el bote, y cuando lo habían izado, usaron ayuda, ceñiendo el barco y, temiendo que fueran lanzado sobre el Syrtis, bajaron el engranaje, y así fueron conducidos.

Fueron conducidos durante veintitrés millas hasta que llegaron a sotavento de la isla de Cauda, ​​y la leve disminución del viento que resultó de esto les permitió con gran dificultad tirar del bote salvavidas que estaba siendo arrastrado por detrás y conseguir a bordo. Todavía podría ser su salvación. Luego de lo cual aprovecharon el leve debilitamiento de la tempestad provocada por el abrigo de la isla para tirar cuerdas por debajo del barco con el fin de sujetarlo.

Luego, menos temerosos que el viento los empujara hacia la costa africana, hacia los temidos bancos de arena de Syrtis, el cementerio de muchos barcos como lo ha revelado la arqueología submarina, arriaron todas las velas y arriaron el mástil. Por lo tanto, estaban totalmente a merced del viento aullante y las olas, excepto posiblemente por una pequeña vela de tormenta.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad