1 Pedro 3:16

La conciencia de un cristiano.

Cuanto más coherente es un cristiano con el ejemplo de su Señor, o, lo que en realidad es lo mismo en la práctica, cuanto más elevado es su ideal del deber, más debe esperar ser tratado como Cristo fue tratado. Los cristianos nominales y el mundo mantienen una tregua fácil de tolerancia mutua, que los intereses de la sociedad les impiden infringir gravemente. Por un lado, el cristiano nominal encuentra que su profesión le resulta fácil.

Los principios que no se ven presionados a sus consecuencias no ofenden a nadie. Por otro lado, el hombre puramente mundano hace que la búsqueda fácil o el disfrute fácil de las cosas sea inmediatamente conforme a su principio rector. Acepta la condición de no escandalizar los prejuicios de los demás, aunque no los comparta, por lo que encuentra un lugar fácil para el cristiano nominal en su sistema.

I. Pero cuando escribió San Pedro, las cosas eran muy diferentes. Entonces no había posibilidad de mezclar principios que fueran inconsistentes en una solución neutral de la indiferencia. El mundo y la Iglesia estaban claramente definidos y contrastados. Eran mutuamente repulsivos, mutuamente excluyentes.

II. Los verdaderos cristianos deben provocar prejuicios. Rompen esa cómoda tregua con el mundano que el cristiano nominal se contenta con aceptar, y mantiene sin reconocer por un entendimiento tácito. Deben tener reveses; van demasiado lejos para sus amigos en el servicio de Dios, y sus amigos se apartan de ellos. Se entrometen en sus principios donde no son bienvenidos, y otros a su alrededor se sienten ofendidos por ellos, así como los fariseos y los saduceos se ofendieron en Cristo.

Contra este poder del prejuicio, que a menudo se profundiza en la mala naturaleza y la malicia, el poder de la conciencia de un cristiano, informado por la fe e iluminado por el Espíritu Santo, es su gran salvaguardia. Veamos cómo funciona. (1) Al hacerle sentir directamente la presencia de Dios, la conciencia del cristiano se convierte en un órgano del Espíritu Santo. (2) Una buena conciencia libera al hombre de todos los motivos indignos. (3) Como consecuencia de esto, un objetivo directo y una sencillez de carácter distinguen al hombre.

H. Hayman, Rugby Sermons, pág. 165.

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