Filipenses 4:3

Un solo espíritu y un solo cuerpo.

I. Este cuerpo inconmensurable, extendido ante nuestros ojos en un vasto contorno, tan variado, tan glorioso, tan maravilloso, es bastante convincente de la riqueza y grandeza del Espíritu de quien es el cuerpo, de cuya manifestación es. Es Dios revelándose a los ojos de nuestra carne. Todo el cuerpo está tan lleno de alma para nuestra alma, como de gloria para nuestros ojos. Hay alma en el sol y la tierra está llena de la misma alma. En el mundo de las bestias, el mundo de las aves, el mundo de los árboles, el mundo de las flores, el alma está presente y se revela a sí misma. "Hay un cuerpo y un solo Espíritu".

II. Esfuérzate por mantener la unidad de ambos, para que puedas llegar a la sabiduría. Si rompes la unidad y comienzas a analizar, es posible que tengas pequeños fragmentos de conocimiento, pero no sabiduría, fragmentos de esto y fragmentos del otro, pero no filosofía, no aprehensión del orden de Dios. Mantén sagrada la unidad de toda forma material, porque su vida, su Divinidad, depende de su santidad. Si quieres llegar a la unidad del Espíritu, no profanes la unidad de ningún cuerpo en el que mora el Espíritu. Respeta la unidad de tu propio cuerpo y haz todo lo posible por mantener su unidad, porque directamente pierde su simetría y equilibrio, tu salud se ha ido y tu vida está en peligro.

III. El hombre es el milagro del universo, una pequeña unidad de cuerpo y espíritu, que representa la gran unidad de la naturaleza del cuerpo y del Espíritu, Dios. El hombre es el epítome de todas las maravillas, el espejo del universo, la casa de la encarnación de Dios. Reflexione por qué Jesús es Señor: no es Señor porque se le llama Señor; Él es el Señor porque el gran cuerpo mudo del universo está unificado en Él.

La humanidad de Cristo encontró el camino secreto a través de la muerte al cielo, porque la unidad del Espíritu estaba en Él. Asimismo, en virtud de su esencia íntima y secreta, abre todas las puertas secretas del hombre, toca las fuentes más secretas y rehace el alma. Él es la reconciliación divina de todas las cosas; por tanto, Él es la paz de la creación y nuestra paz.

J. Pulsford, Our Deathless Hope, pág. 21.

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