Hebreos 12:24

El Mensajero de la Alianza y su Sello.

I. La revelación de Dios para nosotros tiene la forma de un pacto. Las promesas del pacto son el perdón total como fundamento de todo, y construido sobre ese conocimiento de Dios que ilumina y hace al hombre interiormente independiente de las ayudas externas, aunque a veces puede estar agradecido por ellas, luego una posesión mutua que se basa en estos, y luego como resultado de todos nombrados primero, pero viniendo al final en el orden de la naturaleza, la ley de Su mandamiento estará tan escrita en el corazón que el deleite y el deber se escriben con las mismas letras, y Su voluntad es nuestra voluntad.

II. Jesucristo es el Ejecutor de este pacto. Debido a que Dios habita en Él y el Verbo se hizo carne, Él puede poner Su mano sobre ambos y llevar a Dios al hombre y al hombre a Dios. (1) Él trae a Dios al hombre. En ningún otro lugar se encuentra la confianza en el corazón del Padre que es propiedad del cristiano y resultado del pacto cristiano. Jesucristo trae a Dios al hombre mediante la declaración de su naturaleza encarnada en la humanidad.

(2) Por otro lado, Él trae al hombre a Dios, porque Él está con cada uno de nosotros como nuestro verdadero Hermano, y unido a nosotros por vínculos tan estrechos y reales como que todo lo que Él ha sido y hecho puede ser nuestro si unirnos a Él por fe. Y lleva al hombre a Dios porque sólo en Él encontramos los dibujos que inclinan hacia el Padre los corazones descarriados y descarriados. Y, más aún, Él es el Mediador del pacto en la medida en que Él mismo posee en Su humanidad todas las bendiciones que la humanidad es capaz de derivar del Padre, y las tiene todas para poder darlas todas. Aquí está el gran depósito del que todos los hombres pueden llenar sus diminutas tazas.

III. Note la aspersión de sangre que sella el pacto. Si Jesús no hubiera muerto, no habría habido promesas para Nosotros, comenzando en el perdón y terminando en voluntades deleitándose en la ley de Dios. Es el nuevo pacto en Su sangre. La muerte de Cristo está siempre presente en la mente divina y determina la acción divina.

A. Maclaren, Paul's Prayers, pág. 124.

Referencias: Hebreos 12:24 . Spurgeon, Sermons, vol. iv., núm. 211; vol. xii., No. 208; Ibíd., Morning by Morning, pág. 108; Homilista, cuarta serie, vol. i., pág. 181; Revista del clérigo, vol. viii., pág. 144. Hebreos 12:24 ; Hebreos 12:25 . Spurgeon, Sermons, vol. xxxii., núms. 1888, 1889.

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