Juan 9:2

La disciplina del dolor

No es muy fácil ver, ni es necesario que nosotros determinemos, de qué manera los discípulos pensaban que un hombre podía nacer ciego como consecuencia de sus propios pecados. Es posible que hayan supuesto que se hizo en una especie de justicia anticipatoria, y que Dios, sabiendo de antemano que el hombre cometería algún pecado, lo castigó antes de que se hiciera, haciéndole nacer ciego. Sea como sea, la intención de todo el pasaje es muy clara.

Nuestro Señor está controlando y reprendiendo esa tendencia que es fuerte en todas las mentes, y muy fuerte en algunas, para rastrear el sufrimiento y el pecado para encontrar la causa de su infelicidad en alguna cosa incorrecta que se ha hecho.

I. Veamos hasta qué punto estamos seguros de conectar cualquier dolor presente con el pecado, y cuál es el punto de vista verdadero y el uso correcto de una prueba. Afortunadamente está ordenado, en el cuerpo natural, que cuando hay alguna travesura en cualquier parte, es casi seguro que provoque dolor. De modo que yo dejaría en claro que todos los que están angustiados de alguna manera deben mirar primero para ver si hay algo mal, del cual ese dolor debe ser el índice y el monitor.

Pero una vez hecho esto, no me quedaría allí, sino que iría directamente al futuro. Consideraría, no, ¿Para qué pasado se envía esto? pero, ¿qué es lo que viene a producir esto? ¿A qué designio de Dios se pretende que esto dé efecto?

II. Y esta es la forma en que un dolor vivificará, elevará y ennoblecerá al hombre. Porque el peligro del dolor es la falta de elasticidad. Si hubiera más primavera, te haría más bien. Y esa mirada hacia adelante, hacia un final feliz esperado, es justamente lo que induce ese juego de la mente y esa esperanza, sin la cual ningún dolor cumplirá jamás su misión. Mirar hacia atrás, cierra a un hombre al pasado y lo deja arrastrado por sus cenizas.

Ver un amanecer de cosas más brillantes, tomar las tinieblas como señal de que Cristo está cerca, tener fe en un buen mañana, darse cuenta de las grandezas que aguardan y, al creerlas, ordenar la manifestación de las obras de Dios. Dios, esto es para traer el amanecer del pacto y cancelar la amargura de la hora presente; este es el verdadero oficio del dolor, y este es el secreto de un dolor santificado y un Dios glorificado.

J. Vaughan, Sermons, 1868, pág. 21.

Referencias: Juan 9:3 ; Juan 9:4 . Spurgeon, Sermons, vol. xiii., núm. 756; vol. xvi., núm. 943.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad