Juan 9:4

El principio que hace cristiano el trabajo es la voluntad y la gloria de Dios. En medio de nuestra vida laboral, en medio de nuestro pensamiento religioso, en nuestros tiempos de devoción, en nuestras horas de oración, Jesús nos habla y da su testimonio inquebrantable, llamando al cristiano a perseverar, a hacer realidad su obra.

Lo hace, me someto a usted, de tres maneras.

I. Lo hace porque se ha vestido en nuestra humanidad. Revestiéndose en nuestra humanidad, Jesús ha añadido dignidad a nuestra naturaleza. Fue hecho a la imagen del Eterno; en verdad fue creado con ese sello que ni siquiera el pecado original pudo borrar por completo. Pero Jesús, por la Encarnación, ha hecho algo más. Él se ha revestido a Sí mismo Dios Altísimo en esa naturaleza; de ese modo ha añadido dignidad; y por el hecho de que ha sido dignificado, por el hecho de que su naturaleza ha sido llevada a Dios, por ese hecho se le enseña que la dignidad de esa naturaleza nunca se satisface, a menos que apunte completamente en su trabajo a hacer la voluntad de Dios, y exponga la voluntad de Dios. gloria. De modo que ha dado y da testimonio.

II. Lo soportó aún más, trabajando y enseñando en esa naturaleza; Nos mostró a ti ya mí no solo su dignidad, nos mostró su poder. El poder de la naturaleza humana es casi infinito, casi infinito como se ve en el trabajo que puede hacer, cuando es asistido por el poder que nuestro bendito Maestro ejerció más por el poder de Dios. En cierto sentido, tienes el poder de hacer lo mismo que Dios, elevándote a la vida de Dios.

III. ¿Necesito agregar que Él dio testimonio de ello con Su muerte? No solo al vestirse con la humanidad, no solo al mostrar el poder de la humanidad a Dios; pero muriendo en esta humanidad; mostrándonos, de esta manera, la inmensidad del valor que Dios le dio, nos enseñó su único fin en el trabajo. Si el cristiano ha de hacer su trabajo, no importan las dimensiones de su expresión externa; no importa la textura del material; El gran punto que debemos velar por ti y por mí es que el principio subyacente sea real, uno que se mantenga en su realidad por la gracia del Espíritu bendito, por el ejemplo de nuestro divino Redentor, ese principio es que su objetivo y objeto son la voluntad y la gloria de Dios.

WJ Knox-Little, Características de la vida cristiana, pág. 1.

Las palabras de Cristo y la obra de Cristo

En estas palabras de nuestro Señor no hay nada que pertenezca peculiarmente a Su naturaleza Divina, nada incluso que le pertenezca a Él como profeta; fueron dichas como por Aquel que fue tentado en todo como nosotros, por Aquel que llegó a ser plenamente participante de nuestra carne y sangre. Son Sus palabras dichas como Él es nuestro gran ejemplo. No es ninguna presunción, ni reclamar para nosotros ninguna porción de Su poder, si oramos y nos esforzamos por poder repetirlos nosotros mismos de verdad.

I. Debemos trabajar, y eso con diligencia; pero no la obra de Satanás ni la nuestra, sino las obras de Dios. El suelo debe soportar mucho, pero su fuerza no debe desperdiciarse en malas hierbas, por frondosas que sean; debe soportar lo que será guardado para siempre; debemos trabajar mientras es de día, porque se acerca la noche. Incluso mientras trabajamos afanosamente y obrando las obras de Dios, no debemos olvidar nuestra propia enfermedad, debemos recordar y repetir las palabras de Cristo en el texto porque en ellas Él habla como uno de nosotros, y no como nuestro Dios.

"La noche viene, cuando nadie puede trabajar", el día que nos es tan feliz, y esperamos que no se desperdicie sin provecho, aún se acerca a su fin. No es menos importante que recordemos que pronto llegará el momento en que no podemos trabajar, que aprovechar el tiempo presente para trabajar en él al máximo.

II. Una dificultad que surge es esta, que en un sentido probablemente ya estamos trabajando en la obra de Dios; porque ciertamente el negocio particular de nuestra profesión, o vocación o situación, es para nosotros la obra de Dios. Ésta me parece una de las trampas más peligrosas de todas; estamos ocupados, y estamos ocupados con nuestro deber, de modo que cuanto más trabajamos, imaginamos que estamos cumpliendo más con nuestro deber, y lo mismo que parece ser nuestra ayuda es para nosotros una ocasión de caída.

Para que no sea así, deben observarse dos cosas: primero, que nos decimos a nosotros mismos que estamos ocupados en nuestro deber, y que nuestro deber es la obra de Dios. Sería bueno que nos dijéramos esto no solo a nosotros mismos, sino a Dios en una breve oración: "Señor, soy tu siervo, esta es tu voluntad y tu obra; bendíceme en ella por amor de Cristo". La segunda advertencia está contenida en las últimas palabras del texto.

La brevedad de nuestra propia vida nos invita a recordar que no somos más que instrumentos de Dios, designados para trabajar por un tiempo en una pequeña parte particular de su gran obra, pero que ni su comienzo ni su fin nos pertenece, ni podemos tanto. como entender la inmensidad de su rango.

T. Arnold, Sermons, vol. VIP. 164.

Referencias: Juan 9:4 . J. Keble, Sermones de la Cuaresma a Passiontide, p. 367; W. Cunningham, Sermones de 1828 a 1860, pág. 303; D. Fraser, Metáforas de los Evangelios, pág. 305; F. Meyrick, Púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iii., pág. 208; G. Litting, Thirty Children's Sermons, págs. 43, 67; A. Jessopp, Norwich School Sermons, pág.

160; Preacher's Monthly, vol. x., pág. 354; T. Gasquoine, Christian World Pulpit, vol. i., pág. 342; HW Beecher, Ibíd., Vol. ii., pág. 35; vol. x., pág. 36; vol. xxviii., pág. 121; EH Ward, Ibíd., Vol. xiv., pág. 318; HP Liddon, Trescientos bosquejos del Nuevo Testamento, pág. 84. Juan 9:4 ; Juan 9:5 .

S. Cox, Exposiciones, cuarta serie, pág. 179. Juan 9:6 . Homiletic Quarterly, vol. v., pág. 383; HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xv., pág. 340.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad