Lucas 18:14

Justicia propia.

I. No somos salvos del peligro de la justicia propia por nuestro pleno conocimiento y reconocimiento sincero de las doctrinas de la gracia. El fariseo no soñaba con atribuirse el mérito de la excelencia que suponía haber alcanzado. Reconoció que era toda la obra de Dios en él. Lleva consigo el espíritu de confiar en sí mismo que es justo y despreciar a los demás, en el mismo momento en que agradece a Dios que lo ha hecho diferente de ellos.

II. La justicia no es justicia propia. El hombre irreligioso tiende a catalogar como fariseos a todo aquel que puede pretender ser mejor de lo que pretende ser. No hay nada de malo en ser justo o en hacer buenas obras. Lo único que debe temer es si la justicia no es real o las obras no son realmente buenas. Cuanto menor sea la justicia real, mayor será el peligro de la justicia propia.

III. La mejor regla práctica para evitar los peligros que surgen al compararnos con los demás es esforzarnos por tener siempre presente en nuestras mentes como regla de vida, el carácter de Aquel que nos dio un ejemplo, que debemos seguir en Sus pasos. No hay ningún ejemplo, pero uno, que no puede engañarnos, incluso cuando hayamos logrado llegar al estándar al que apuntamos, o ir más allá de él.

Sólo hay Uno en el esfuerzo por asemejarnos a quien nunca podremos descarriarnos; Aquel cuyo carácter cuanto más de cerca estudiamos y más profundamente amamos, más nos acercamos a ser perfectos, como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto. La contemplación de tal Ejemplo, y el contraste que sabes que eres, no pueden sino profundizar tu sentido del pecado y llevarte a la súplica "Dios, ten misericordia de mí, pecador.

G. Salmon, Cristianismo no milagroso, p. 187.

Referencias: Lucas 18:14 . R. Winterbotham, Sermones y exposiciones, pág. 243; Revista del clérigo, vol. v., pág. 31. Lucas 18:15 ; Lucas 18:16 .

J. Vaughan, Sermones para los niños, tercera serie, pág. 72. Lucas 18:15 . Pastor, Thursday Penny Pulpit, vol. VIP. 309. Lucas 18:15 . AB Bruce, La formación de los doce, pág. 251.

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