Lucas 3:3

I. La enseñanza de San Juan Bautista, como se nos describe en las Escrituras, fue quizás diferente de lo que muchos hubieran esperado. No sólo había sido santificado para Dios en el mundo, sino que había nacido de santos padres y se mantuvo sin mancha del mundo; pero cuando salió a predicar el arrepentimiento, había estado viviendo durante treinta años en el desierto, no solo separado de otros hombres, sino viviendo de una manera muy dura y severa, a diferencia de otros hombres.

Cuando, por tanto, descendió entre las ciudades de los hombres como el gran predicador del arrepentimiento; y se encontró rodeado de multitudes de todo tipo entregados a pecados y vicios de los que no sabía nada; podríamos haber esperado que hubiera dicho algo sobre el desierto y su propio modo de vida más excelente, que hubiera pedido a todos los hombres que se retiraran de un mundo tan perverso y que vivieran, como él, completamente desconectados de todos los tiempos temporales. cosas.

Pero la enseñanza del santo Bautista fue muy diferente de esto; era tan amable y considerado con los demás como severo y despiadado consigo mismo; le confesaron sus pecados, y él entró en todas sus tentaciones; y en lugar de exigirles cosas grandes y difíciles, les dijo que evitaran sus pecados y tentaciones, y así enmendaran sus vidas.

II. Se puede observar que toda la enseñanza de la Biblia es de esta naturaleza. Los hombres tienden a adelantarse por las grandes cosas y por poner las grandes cosas antes que los demás, porque esto gratifica el orgullo secreto de nuestro corazón; y lo cierto es que no hay nada tan grande como no sea que debemos hacerlo en religión y que Dios, si lo buscamos, nos dará fuerzas para hacerlo. Pero esta gran cosa probablemente se encuentre mucho más cerca de casa de lo que estamos dispuestos a suponer; consiste en vencernos a nosotros mismos y en romper con algún pecado que nos asedia, que puede parecer un asunto menor: así fue en la enseñanza del gran predicador del arrepentimiento; les contó a los hombres acerca de alguna tentación acosadora que se encontraba en su propia puerta de ese espíritu maligno que los estaba observando y esperando en su vida diaria; que era lo primero y más allá de todas las cosas a las que debía atender.

Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. i., pág. 20.

Referencias: Lucas 3:3 . Revista homilética, vol. x., pág. 99. Lucas 3:3 ; Lucas 3:4 . FW Robertson, La raza humana y otros sermones, pág. 267.

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