Llegaron al sepulcro al salir el sol.

La sed de las devotas mujeres

Considere su sedulidad-sedulidad que no admite ningún intermedio, ninguna interrupción, ninguna interrupción, ninguna indiferencia en los oficios religiosos. Consideremos, por tanto, su diligencia, si podemos. Yo digo, si podemos; porque si un hombre se sentara en una colmena o en un hormiguero y decidiera observar tal hormiga o tal abeja en su trabajo, encontraría esa abeja o esa hormiga tan asidua, tan seria, tan diversa, tan concurrente con otros, tan contribuyentes a otros, como que rápidamente perdería sus marcas y la vista de esa hormiga o esa abeja.

Entonces, si fijamos nuestra consideración en estas devotas mujeres, y la sed de su devoción, como nos lo presentan los varios evangelistas, podemos fácilmente perder la vista y apenas saber cuál fue cuál, o a qué hora vino. al sepulcro. “Vinieron, al final del sábado, cuando comenzaba a amanecer hacia el primer día de la semana”, dice San Mateo; “Vinieron muy temprano en la mañana, el primer día de la semana, al salir el sol”, dice St.

Marcos; “Prepararon sus especias, descansaron el sábado y llegaron temprano al día siguiente”, dice San Lucas; “Vinieron el primer día cuando aún estaba oscuro”, dice St. John. Desde el viernes por la noche hasta el domingo por la mañana estuvieron diligentes, ocupados en este servicio; Tan diligente, que Atanasio piensa que estas mujeres vinieron cuatro veces varias veces al sepulcro, y que los cuatro evangelistas tienen relación con sus cuatro venidas, y Jerónimo sostiene que esta variedad no es un signo de falsedad en los evangelistas, pero testifica la asiduidad de las mujeres. hablan de ir y venir, y no quieren estar muy lejos o ausentes durante mucho tiempo de su devoto ejercicio.

Amado, la verdadera devoción es algo serio, diligente e impaciente. El que dijo: “ayuno dos veces a la semana”, no era más que un fariseo; el que puede reconocer sus acciones devotas no es mejor; el que sabe cuántas veces ha pensado en Dios hoy, no ha pensado en él con suficiente frecuencia. Es el círculo sagrado de San Agustín, “orar para que podamos escuchar sermones de manera provechosa, y escuchar sermones para que aprendamos a orar de manera aceptable.

“La devoción no es una nota al margen, no hay glosa interlineal, no hay paréntesis que se puedan omitir; no es algo ocasional, no es algo condicional: "Iré si me gusta el predicador, el lugar, la compañía, el clima"; pero es parte del cuerpo del texto y nos impone la obligación de fervor y perseverancia. ( John Donne, DD )

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