Los persigue con palabras, pero le faltan.

Coaccionando a hombres de malos principios

Este versículo prescribe un método diferente de proceder contra los infractores conocidos, de acuerdo con sus diferentes caracteres. El escarnecedor, que se burla de todo lo sagrado y profesa un abierto desprecio de la religión, debe ser tratado con gran severidad. En cuanto a los pecadores que no han resuelto cerrar los ojos a la luz de la verdad, se nos indica que nos apliquemos a ellos con un método de reprensión más fácil, suave y humano.

I. La razonabilidad de emplear el brazo secular contra el escarnecedor. El sentido de la religión es la gran base sobre la que se sustenta todo gobierno. El burlador es, por tanto, un enemigo del Estado. El escarnecedor que se ríe del nombre y la pretensión de la conciencia misma no tiene derecho a la tolerancia del Estado.

II. Las obligaciones que tenemos ante el deber de la reprobación fraterna.

1. La obligación de una justa preocupación por el honor y los intereses de la religión. Los pecados y las impiedades de los hombres traen escándalo y descrédito a la religión. Amonestarlos y reprenderlos por tales pecados e impiedades es un medio adecuado para prevenir ese escándalo y promover los intereses de la religión. Este es uno de los métodos que la sabiduría de Dios mismo ha designado para rescatar a los pecadores de la maldad de sus caminos. A medida que la sabiduría de Dios ha dirigido este método, los hombres han formado sociedades para concertar la forma más eficaz de lograrlo.

2. De la caridad que le debemos al prójimo. Para un buen hombre, uno de los mayores placeres de esta vida es hacer el bien; entonces, qué gran placer debe ser contribuir a la recuperación de un alma perdida.

(1) Se debe usar gran ternura y compasión para dar a nuestra reprensión mayor fuerza y ​​eficacia.

(2) Nuestras reprensiones deben ser modestas y estar libres de toda ostentación hipócrita.

(3) Evite exponer al delincuente tanto como lo admita la regla de la caridad.

(4) No dé amonestaciones a los superiores con aire de reproche.

(5) Tenga cuidado de que la censura sea oportuna.

Si este es un deber de tan gran delicadeza, no debemos tomarlo en la mano precipitadamente y sin avisar, sino considerar bien si estamos en buena medida capacitados para ello. Aquellos que se encuentran realmente capacitados para ello no deben desanimarse de realizarlo, aunque a veces los exponga a inconvenientes o les haga incurrir en el odio de aquellos con quienes toman una libertad tan inaceptable. Resolvamos descargar una buena conciencia y dejar las consecuencias de cumplir con nuestro deber a disposición de Dios. ( R. Fiddes, DD )

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