Tenía envidia de los necios, cuando veía la prosperidad de los malvados.

Una falacia popular expuesta

La posición que deseo establecer es la siguiente: que la condición de los piadosos pobres, incluso en este mundo, es muy superior a la de los impíos ricos. Soy consciente de que el sentimiento público está en contra de esta doctrina; de ahí la lucha universal por hacerse rico. De ahí también el desprecio popular de la bondad como bondad, y el casi desprecio por ella si se encuentra en conexión con la pobreza. De ahí el cantor actual en algunos distritos del mundo religioso de que el “pueblo querido” de Dios tiene la peor parte de esta vida; que por regla general su situación aquí no es comparable a la de los que se olvidan de Dios.

I. La riqueza del uno está en su mano; el del otro en su corazón.

1. El uno es de valor contingente; el otro es de valor absoluto.

2. El uno es esencialmente virtuoso; el otro no lo es.

3. El uno es esencialmente una bendición; el otro suele ser una pesadilla.

4. El uno es alienable; el otro no lo es.

II. La grandeza del uno está en sus circunstancias; el del otro en su alma.

1. El uno es respetado por lo que tiene; el otro por lo que es.

2. El respeto que se le rinde a uno es proporcional al bajo estado de educación moral del pueblo; no es así con el otro.

III. La felicidad del uno viene de afuera; la del otro es de dentro.

1. La felicidad que brota del exterior es sensacional; el otro espiritual.

2. La felicidad que brota de afuera es egoísta; el otro generoso.

3. La felicidad que brota de afuera disminuye; el otro es cada vez mayor. ( Homilista. )

Nuestra riqueza es proporcional a nuestro contenido.

Nuestros ingresos deberían ser como nuestros zapatos; si son demasiado pequeños, nos lastimarán y pellizcarán, pero si son demasiado grandes, nos harán tropezar y tropezar. La riqueza, después de todo, es una cosa relativa, ya que el que tiene poco y quiere menos es más rico que el que tiene mucho y quiere más. El verdadero contentamiento no depende de lo que tengamos, sino de lo que tengamos. Una tina era lo suficientemente grande para Diógenes, pero un mundo era demasiado pequeño para Alejandro. ( El carcaj. )

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