Todos los ríos desembocan en el mar; sin embargo, el mar no está lleno; al lugar de donde vienen los ríos, allí vuelven otra vez.

Ver. 7. Todos los ríos desembocan en el mar. ] Y cuanto más se acercan al mar, antes se encuentran con la marea; enviados, por así decirlo, a recibir su tributo debido al mar, ese asiento y fuente de aguas. Seguramente, como los ríos conducen al hombre al mar, así todas estas criaturas lo llevan a Dios con sus movimientos circulares. Un círculo, decimos, es la figura más perfecta, porque comienza y termina; los puntos se encuentran juntos; el último punto se encuentra en el primero de donde vino; así que nunca llegaremos a la perfección o satisfacción hasta que nuestras almas lleguen a Dios, hasta que él haga que el círculo se encuentre. Un filósofo sabio podría decir que el hombre es el fin de todas las cosas en un semicírculo; es decir, todas las cosas del mundo están hechas para él, y él está hecho para Dios, a quien, por tanto, debe apresurarse.

Al lugar de donde vienen los ríos. ] Sc., Desde el mar, por los poros y pasajes de la tierra, donde dejan su salinidad. Esta es la opinión de Salomón, como también fue la opinión de los filósofos antiguos, que sin embargo Aristóteles encuentra fallas y asigna otra causa de la perennidad de los ríos, de su comienzo y origen, a saber, que el aire se espesó en la tierra por causa de frío, se resuelve y se convierte en agua, etc.

a Esto no concuerda con lo que dice aquí Salomón por instinto del Espíritu Santo. Y, por lo tanto, Averroes no debe ser escuchado de ninguna manera en ese elogio excesivo que le da a Aristóteles, es decir, que no había ningún error en sus escritos, que su doctrina eran las verdades más importantes, y que su comprensión era la más absoluta que cualquier otro. uno alcanzable; él mismo la regla y el patrón que la naturaleza inventó para mostrar su habilidad más perfecta, etc. B

a Hinc poetae fingunt Inachum fluvium ex Oceano genitum.

b Alsted. Chronol., Pág. 460.

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