25-28  Observa los detalles con los que debemos adornar nuestra profesión cristiana. Cuídate de todo lo que sea contrario a la verdad. No adular ni engañar más a los demás. El pueblo de Dios es un niño que no miente, que no se atreve a mentir, que odia y aborrece la mentira. Cuídate de la ira y de las pasiones incontroladas. Si hay una ocasión justa para expresar disgusto por lo que está mal, y para reprender, procura que sea sin pecado. Damos lugar al demonio, cuando las primeras mociones de pecado no son graves para nuestra alma; cuando consentimos en ellas; y cuando repetimos una mala acción. Esto enseña que como el pecado, si se cede, deja entrar al diablo sobre nosotros, debemos resistirlo, evitando toda apariencia de mal. La ociosidad hace ladrones. Los que no trabajan, se exponen a la tentación de robar. Los hombres deben ser laboriosos, para que puedan hacer algún bien, y para que se mantengan alejados de la tentación. Deben trabajar, no sólo para vivir honestamente, sino para tener que dar a las necesidades de los demás. ¿Qué debemos pensar entonces de los llamados cristianos que se enriquecen mediante el fraude, la opresión y las prácticas engañosas? La limosna, para ser aceptada por Dios, no debe ser ganada por la injusticia y el robo, sino por la honestidad y la laboriosidad. Dios odia el robo de los holocaustos.

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