20-23 El apóstol termina con alabanzas a Dios. Debemos mirar a Dios, bajo todas nuestras debilidades y temores, no como un enemigo, sino como un Padre, dispuesto a compadecerse de nosotros y a ayudarnos. Debemos dar gloria a Dios como Padre. La gracia y el favor de Dios de que gozan las almas reconciliadas, con el conjunto de las gracias que en nosotros se derivan, son todos comprados para nosotros por el mérito de Cristo, y aplicados por su súplica por nosotros; y por eso se llaman con justicia la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

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