10-19 Es una buena obra socorrer y ayudar a un buen ministro en problemas. La naturaleza de la verdadera simpatía cristiana, no es sólo sentir preocupación por nuestros amigos en sus problemas, sino hacer lo que podamos para ayudarlos. El apóstol estuvo a menudo en prisiones, encarcelamientos y necesidades; pero en todo ello, aprendió a contentarse, a llevar su mente a su condición, y a sacar lo mejor de ella. El orgullo, la incredulidad, el vano anhelo de algo que no tenemos, y la inconstancia de las cosas presentes, hacen que los hombres estén descontentos incluso en circunstancias favorables. Oremos por la sumisión paciente y la esperanza cuando estemos abatidos; por la humildad y la mente celestial cuando estemos exaltados. Es una gracia especial tener siempre un temperamento igual. Y en un estado bajo no perder nuestro consuelo en Dios, ni desconfiar de su providencia, ni tomar ningún camino equivocado para nuestro propio suministro. En una condición próspera no ser orgullosos, ni seguros, ni mundanos. Esta es una lección más dura que la otra; porque las tentaciones de la plenitud y la prosperidad son más que las de la aflicción y la necesidad. El apóstol no tenía el propósito de instarlos a dar más, sino de alentar una bondad que encontrará una gloriosa recompensa en el futuro. Por medio de Cristo tenemos la gracia de hacer lo que es bueno, y por medio de él debemos esperar la recompensa; y ya que tenemos todas las cosas por él, hagamos todo por él y para su gloria.

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