4-9 Como Jesús era Dios y hombre en una persona, a veces lo encontramos hablando, o se habla de él, como el Señor Dios; en otras ocasiones, como hombre y siervo de Jehová. Debía declarar las verdades que consuelan al corazón contrito y quebrantado, a los cansados ​​del pecado, acosados ​​con aflicciones. Y como el Espíritu Santo estaba sobre él, para que hablara como nunca habló el hombre; así que la misma influencia divina lo despertaba diariamente para orar, predicar el evangelio y recibir y entregar toda la voluntad del Padre. El Padre justificó al Hijo cuando aceptó la satisfacción que hizo por el pecado del hombre. Cristo habla en nombre de todos los creyentes. ¿Quién se atreve a ser enemigo de aquellos para quienes es amigo? ¿O quién competirá con aquellos a quienes es un Abogado? Así, San Pablo lo aplica, Romanos 8:33.

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