29-41 Cristo predice su segunda venida. Es habitual que los profetas hablen de cosas cercanas y próximas, para expresar la grandeza y certeza de las mismas. Con respecto a la segunda venida de Cristo, se predice que habrá un gran cambio, para hacer nuevas todas las cosas. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en las nubes. En su primera venida, fue puesto como una señal contra la que se debía hablar, pero en su segunda venida, como una señal que debía ser admirada. Tarde o temprano, todos los pecadores serán afligidos; pero los pecadores arrepentidos miran a Cristo, y se afligen según un tipo piadoso; y los que siembran con esas lágrimas, pronto cosecharán con alegría. Los pecadores impenitentes verán a Aquel a quien han traspasado, y, aunque ahora rían, se lamentarán y llorarán con un horror y una desesperación sin fin. Los elegidos de Dios están dispersos; hay algunos en todos los lugares y en todas las naciones; pero cuando llegue el día de la gran reunión, no faltará ninguno de ellos. La distancia del lugar no impedirá que ninguno esté en el cielo. Nuestro Señor declara que los judíos nunca dejarán de ser un pueblo distinto, hasta que se cumplan todas las cosas que había predicho. Su profecía llega hasta el día del juicio final; por eso aquí, ver. 34, predice que Judá nunca dejará de existir como pueblo distinto, mientras dure este mundo. Los hombres del mundo planean y proyectan aquí generación tras generación, pero no planean con referencia al acontecimiento abrumador, próximo y más seguro de la segunda venida de Cristo, que acabará con todo plan humano y dejará de lado para siempre todo lo que Dios prohíbe. Ese será un día tan sorprendente como el diluvio para el mundo antiguo. Aplíquese esto, en primer lugar, a los juicios temporales, particularmente al que se apresuraba entonces sobre la nación y el pueblo de los judíos. En segundo lugar, al juicio eterno. Cristo muestra aquí el estado del viejo mundo cuando llegó el diluvio. Estaban seguros y descuidados; no lo sabían, hasta que llegó el diluvio; y no creyeron. Si supiéramos bien que todas las cosas terrenales deben pasar pronto, no pondríamos nuestros ojos y nuestros corazones tanto en ellas como lo hacemos. El día malo no está más lejos para que los hombres lo pongan lejos de ellos. ¿Qué palabras pueden describir con más fuerza lo repentino de la venida de nuestro Salvador? Los hombres estarán en sus respectivos negocios, y de repente aparecerá el Señor de la gloria. Las mujeres estarán en sus ocupaciones domésticas, pero en ese momento todo otro trabajo será dejado de lado, y todo corazón se volverá hacia adentro y dirá: ¡Es el Señor! ¿Estoy preparado para recibirlo? ¿Puedo estar ante él? ¿Y qué es, de hecho, el día del juicio para todo el mundo, sino el día de la muerte para cada uno?

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