12-17 No hay un Dios para los judíos, más bondadoso, y otro para los gentiles, menos bondadoso; el Señor es un Padre para todos los hombres. La promesa es la misma para todos los que invocan el nombre del Señor Jesús como Hijo de Dios, como Dios manifestado en la carne. Todos los creyentes invocan así al Señor Jesús, y nadie más lo hará con humildad y sinceridad. Pero, ¿cómo podría invocar al Señor Jesús, el divino Salvador, quien no ha oído hablar de él? ¿Y qué es la vida de un cristiano sino una vida de oración? Demuestra que sentimos nuestra dependencia de él, y que estamos dispuestos a entregarnos a él, y que tenemos una expectativa creyente de todo lo que nos corresponde de él. Era necesario que el evangelio fuera predicado a los gentiles. Alguien debe mostrarles lo que han de creer. ¡Cuán bienvenido debe ser el evangelio para aquellos a quienes fue predicado! El evangelio se da, no sólo para ser conocido y creído, sino para ser obedecido. No es un sistema de nociones, sino una regla de práctica. El comienzo, el progreso y la fuerza de la fe es por el oír. Pero sólo el oír la palabra, como la palabra de Dios, fortalecerá la fe.

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