23-25 ​​La historia de Abraham, y de su justificación, fue registrada para enseñar a hombres de edades posteriores; aquellos especialmente a quienes se les dio a conocer el evangelio. Es claro, que no somos justificados por el mérito de nuestras propias obras, sino por la fe en Jesucristo y su justicia; cual es la verdad que se exhorta en este y en el capítulo anterior, como la gran fuente y fundamento de todo consuelo. Cristo obró meritoriamente nuestra justificación y salvación con su muerte y pasión, pero el poder y la perfección de la misma, con respecto a nosotros, dependen de su resurrección. Con su muerte pagó nuestra deuda, en su resurrección recibió nuestra absolución, Isaías 53:8. Cuando fue dado de alta, nosotros, en Él y junto con Él, recibimos la descarga de la culpa y el castigo de todos nuestros pecados. Este último verso es un resumen de todo el evangelio.

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