1,2 Temprano te buscaré. El verdadero cristiano dedica a Dios la hora de la mañana. Él abre los ojos de su entendimiento con los de su cuerpo, y se despierta cada mañana a la justicia. Él surge con sed después de esas comodidades que el mundo no puede dar, y tiene un recurso inmediato mediante la oración a la Fuente del agua de la vida. El verdadero creyente está convencido de que nada en este mundo pecaminoso puede satisfacer los deseos y deseos de su alma inmortal; él espera su felicidad de Dios, como su porción. Cuando la fe y la esperanza están más ejercitadas, el mundo parece un desierto cansado, y el creyente anhela las alegrías del cielo, de las cuales tiene un anticipo de las ordenanzas de Dios sobre la tierra.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad