Él, digo, permanece en muerte espiritual, está vacío de la vida de Dios. Porque cualquiera que odia a su hermano, y no hay medio entre amarlo y odiarlo, es, en la cuenta de Dios, un homicida: todo grado de odio es un grado del mismo temperamento que movió a Caín a asesinar a su hermano. Y ningún homicida tiene vida eterna permanente en él, pero todo creyente que ama la tiene. Porque el amor es el comienzo de la vida eterna. Es lo mismo, en esencia, con la gloria.

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