Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor, ese amor por el cual toda esa iglesia era tan eminente cuando San Pablo les escribió su epístola. No necesitaba haber dejado esto. Podría haberlo retenido entero hasta el final. Y lo retuvo en parte, o no podría haber quedado tanto de lo que era loable en él. Pero no había conservado, como podría haber hecho, el primer tierno amor en su vigor y calidez. Lector, ¿tienes?

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