La primera y la segunda sala: en cada una de las cuales, sin duda, había una guardia de soldados. La puerta se abrió por sí sola, sin que ni Pedro ni el ángel la tocaran. Y siguieron por una calle, para que Pedro supiera qué camino tomar. Y el ángel se apartó de él, siendo él mismo suficiente para lo que quedaba por hacer.

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