De las principales mujeres, no pocas. Nuestros librepensadores se enojan al observar que las mujeres son más religiosas que los hombres; y esto, en cumplido tanto a la religión como a los buenos modales, lo atribuyen a la debilidad de sus entendimientos. Y, de hecho, en lo que la naturaleza puede llegar, al imitar la religión realizando sus actos externos, esta imagen de la religión puede hacer un espectáculo más hermoso en las mujeres que en los hombres, tanto por sus pasiones más tiernas como por su modestia, que hará hacer que esas acciones parezcan más ventajosas.

Pero en el caso de la religión verdadera, que siempre implica tomar la cruz, especialmente en tiempos de persecución, las mujeres se encuentran naturalmente en una gran desventaja, al tener menos coraje que los hombres. De modo que su abrazar el Evangelio fue una evidencia más fuerte del poder de Aquel cuya fuerza se perfecciona en la debilidad, ya que una ayuda más fuerte del Espíritu Santo era necesaria para que ellos superaran su temor natural.

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