Y él dijo: El que tuvo misericordia de él, no podía por vergüenza decir lo contrario, aunque con ello se condenó a sí mismo y derrocó su propia noción falsa del prójimo a quien nuestro amor es debido. Ve y haz lo mismo. Vayamos y hagamos lo mismo, considerando a todo hombre como nuestro prójimo que necesita nuestra ayuda. Renunciemos a ese fanatismo y celo partidista que contraería nuestros corazones en una insensibilidad por toda la raza humana, pero un pequeño número cuyos sentimientos y prácticas son tan nuestros, que nuestro amor por ellos no es más que amor propio reflejado. Con una mente abierta honesta, recordemos siempre ese parentesco entre hombre y hombre, y cultivemos ese instinto feliz por el cual, en la constitución original de nuestra naturaleza, Dios nos ha unido fuertemente el uno al otro.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad