Tertuliano contra Práxeas

Ningún hombre en verdad podía venir a Él, a menos que el Padre lo atrajera; mientras que todos los que habían oído y aprendido del Padre venían a Él»[269].

Epístola de Cipriano LXXII

El Señor clama en voz alta que "todo el que tenga sed venga y beba de los ríos de agua viva que brotaron de su seno"[13].

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