¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!

Agonizante como era la vista, era parte de. madre a apretar lo más cerca posible de su gran hijo que sufría, y ella, con otras mujeres santas, estaban cerca del pie de la cruz. Jesús, en aquella hora terrible, pensó en los demás más que en sí mismo, y mirando a Juan, el sobrino de María si Salomé fuera su hermana, dijo a su madre: "¡Ahí tienes a tu hijo!" No hay duda. viuda, y ahora privada de su hijo, la encomienda al cuidado de Juan, un ejemplo de afecto filial más maravilloso cuando consideramos las agonías de la cruz.

El original es más gráfico que nuestra versión en inglés. Las palabras del Salvador son: "¡Mujer, mira! tu hijo yo" y "¡Mira! tu madre!" palabras breves, eyaculatorias, en perfecta sintonía con su estado de agonía mortal. A partir de esa hora, o tiempo, Juan llevó a María a su propia casa, y ella, sin duda, permaneció allí hasta su muerte.

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