Verso 13. Los hijos de tu hermana elegida.

Los hijos de una hermana a quien iba dirigida la carta residían en el lugar de donde escribió Juan, y él, posiblemente a petición de ellos, les envía los buenos deseos, saludo común en aquella época. Las especulaciones a flote sobre esta dama elegida y su hermana elegida apenas merecen atención. Algunos afirman que su elección fue muy anterior, incluso antes de que comenzara el tiempo; Dios por su propia voluntad los conoció de antemano y los eligió para vida eterna.

Si esto es cierto, o bien Juan no lo sabía a pesar de ser un hombre inspirado, o bien se descuidó gravemente de su deber, al no comunicar ese hecho en beneficio de las edades futuras y de los millones de personas que aún no han nacido. Y así de todos los demás escritores inspirados. Ninguno de ellos ha registrado el hecho de que una elección tan importante haya ocurrido alguna vez. La verdad es que fueron elegidos al igual que todos los santos que han sido elegidos desde el día de Pentecostés, cuando la proclamación de un Salvador resucitado se dio a conocer por primera vez al hombre.

Todos están obligados a oír el evangelio, creerlo con todo el corazón, apartarse de su conducta anterior en la vida, confesar con la boca la fe creída, ser bautizados en obediencia al mandato del Autor y Consumador de la fe; y siendo así iniciados en el cuerpo de Cristo, que es su iglesia, son así elegidos, y en adelante tienen derecho a ser designados como elegidos. Sucede que no hay otra manera revelada por el bendito libro de Dios por la cual se lleva a cabo esta elección, y con esto todas las personas que aman a Dios y temen a Dios deben estar contentas.

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