En el capítulo 10 toda la ciudad es entregada para ser consumida. La gloria de Jehová preside el juicio y lo ordena. Él está en el umbral de Su casa, la cual llena de Su gloria en el juicio, como antes lo había hecho en la bendición. El trono de Jehová estaba aparte. Tenemos una descripción renovada de todas sus partes. Jehová dejó Su trono y se paró en el umbral de la casa. Este es un elemento interesante de esta sentencia.

Los querubines y las terribles ruedas llenas de energía viva y llenas de ojos podrían haberlo logrado todo. Pero Jehová lleva al profeta a tomar conocimiento personal de los varios y abominables pecados e idolatrías con los cuales profanaron Su santuario. Sin duda Su gobierno providencial obró con poder para llevar a cabo Su juicio, pero fue el Jehová de la casa profanada quien se paró personalmente en su umbral para dirigir el juicio de la ciudad, y personalmente hizo poner una marca en los piadosos y asegurarlos en el juicio apresurado ( Ezequiel 9:3-4 , siguiente, y desde el comienzo del cap. 8). Esta intervención personal de Jehová, tanto para mostrar el mal bien conocido por Él, para señalar y perdonar a los dolientes, y para dirigir el juicio, está llena de interés.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad