La Epístola a Tito se ocupa del mantenimiento del orden en las iglesias de Dios.

El objeto especial de las escritas a Timoteo es el mantenimiento de la sana doctrina, aunque hablando de otras cosas con respecto a las cuales el apóstol da instrucciones para la conducta de Timoteo. Esto nos lo dice el mismo apóstol. En la Primera Epístola a Timoteo vemos que Pablo había dejado a su amado hijo en la fe en Efeso, para vigilar que allí no se predicara otra doctrina; la asamblea es columna y apoyo de la verdad. En la Segunda Epístola encontramos los medios por los cuales los cristianos deben ser fortalecidos en la verdad, cuando la masa se ha apartado de ella.

Aquí, en Tito, el apóstol dice expresamente que lo había dejado en Creta para poner en orden las cosas que aún faltaban, y para establecer ancianos en cada ciudad. Aunque más o menos los mismos peligros se presentaron a la mente de Pablo que cuando escribió a Timoteo, encontramos que el apóstol entra de inmediato en su tema con una calma que muestra que su mente no estaba preocupada de la misma manera con esos peligros, y que el Espíritu podría ocuparlo más enteramente con el andar ordinario de la asamblea; de modo que esta epístola es mucho más simple en su carácter.

El camino que se hace cristiano, en cuanto al mantenimiento del orden en sus relaciones mutuas, y los grandes principios sobre los que se funda este camino, forman el tema del libro. El estado de la asamblea se nos presenta muy poco. Las verdades que brotan más enteramente de la revelación cristiana, y que la caracterizan, tienen más lugar en esta epístola que en las dirigidas a Timoteo.

Por otra parte, no se repiten aquí las profecías sobre la condición futura del cristianismo y el desarrollo de la decadencia que ya había comenzado. Si bien enuncia de manera notable ciertas verdades con respecto al cristianismo, el tono de la epístola es más tranquilo, más ordinario.

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