En las cercanías de aquel lugar había haciendas que pertenecían al Cacique de la isla, que se llamaba Publio. Nos recibió y entretuvo hospitalariamente durante tres días. Dio la casualidad de que el padre de Publio yacía enfermo, presa de ataques intermitentes de fiebre y disentería. Pablo fue a visitarlo. Oró y le impuso las manos y lo curó. Cuando esto pasó,. el resto de la gente de la isla que tenía dolencias seguía viniendo y siendo curada. Así que nos colmaron de honores y cuando nos fuimos nos dieron provisiones para nuestras necesidades.

Parece que en Malta el de Jefe de la isla era un título; y Publio bien pudo haber sido el principal representante romano de esa parte de la isla. Su padre estaba enfermo y Paul pudo ejercer su don sanador y traerle alivio. Pero en Hechos 28:9 hay una posibilidad muy interesante. Ese versículo dice que el resto de las personas que tenían enfermedades vinieron y fueron sanadas.

La palabra utilizada es la palabra para recibir atención médica; y hay eruditos que piensan que esto bien puede significar, no solo que vinieron a Pablo, sino que vinieron a Lucas, quien les dio su habilidad médica. Si es así, este pasaje nos da la imagen más antigua que poseemos de la obra de un médico misionero. Hay algo conmovedor aquí. Pablo podía ejercer el don de sanidad; y, sin embargo, él mismo siempre tuvo que llevar consigo el aguijón en la carne.

Muchos hombres han traído a otros un regalo que les fue negado. Beethoven, por ejemplo, le dio al mundo música inmortal que él mismo, siendo completamente sordo, nunca escuchó. Es una de las maravillas de la gracia que tales hombres no se amargaran sino que se contentaran con ser los canales de bendiciones que ellos mismos nunca podrían disfrutar.

ASÍ LLEGAMOS A ROMA ( Hechos 28:11-15 )

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