A quien venga, no se le debe referir simplemente a Dios, sino a él tal como se nos revela en la persona de Cristo. Ahora, no puede ser sino que la gracia de Dios debe atraernos poderosamente hacia sí mismo e inflamarnos con el amor de aquel por quien obtenemos una percepción real de ella. Si Platón afirmó esto de su Bella, de la cual una idea sombría que solo él veía desde lejos, mucho más cierto es esto con respecto a Dios.

Que se note entonces, que Pedro conecta un acceso a Dios con el sabor de su bondad. Porque como la mente humana necesariamente teme y rehuye a Dios, siempre que lo considere rígido y severo; así que, tan pronto como él da a conocer su amor paterno a los fieles, inmediatamente se deduce que ignoran todas las cosas e incluso se olvidan de sí mismos y se apresuran hacia él. En resumen, él solo progresa en el Evangelio, que de corazón viene a Dios.

Pero también muestra con qué fin y con qué propósito debemos venir a Cristo, incluso para que podamos tenerlo como nuestro fundamento. Ya que está constituido como una piedra, debe serlo para nosotros, para que el Padre no le designe nada en vano o sin ningún propósito. Pero evita una ofensa cuando permite que Cristo sea rechazado por los hombres; porque, como gran parte del mundo lo rechaza, e incluso muchos lo aborrecen, por esta razón podría ser despreciado por nosotros; porque vemos que algunos de los ignorantes están alienados del Evangelio, porque no es popular en todas partes, ni concilia a favor de sus profesores. Pero Pedro nos prohíbe que menos valoremos a Cristo, por más despreciado que sea por el mundo, porque, a pesar de eso, conserva su propio valor y honor ante Dios.

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