18. Orando siempre con toda oración. Habiendo dado instrucciones a los efesios para que se pongan su armadura, ahora les ordena que luchen por la oración. Este es el verdadero método. Llamar a Dios es el ejercicio principal de la fe y la esperanza; y es así que obtenemos de Dios toda bendición. La oración y la súplica no son muy diferentes entre sí, excepto que la súplica es solo una rama de la oración.

Con toda perseverancia. Se nos exhorta a perseverar en la oración. Toda tendencia al cansancio debe ser contrarrestada por un desempeño alegre del deber. Con un ardor constante, debemos continuar nuestras oraciones, aunque no obtenemos inmediatamente lo que deseamos. Si, en lugar de con toda perseverancia, algunos lo hicieran, con toda seriedad, no me opondría al cambio.

Pero, ¿cuál es el significado de siempre? Habiendo ya hablado de la aplicación continua, ¿repite dos veces lo mismo? Yo creo que no. Cuando todo fluye de manera próspera, cuando somos fáciles y alegres, rara vez sentimos un fuerte entusiasmo por la oración, o mejor dicho, nunca huimos a Dios, pero cuando nos sentimos impulsados ​​por algún tipo de angustia. Por lo tanto, Pablo desea que no permitamos que pase ninguna oportunidad, en ninguna ocasión descuidar la oración; de modo que rezar siempre es lo mismo que rezar tanto en la prosperidad como en la adversidad.

Para todos los santos. No hay un momento de nuestra vida en el que el deber de la oración no pueda ser impulsado por nuestras propias necesidades. Pero la oración incesante también puede hacerse cumplir por la consideración de que las necesidades de nuestros hermanos deben mover nuestra simpatía. ¿Y cuándo es que algunos miembros de la iglesia no sufren angustia y necesitan nuestra ayuda? Si, en cualquier momento, somos más fríos o más indiferentes respecto de la oración de lo que deberíamos ser, porque no sentimos la presión de una necesidad inmediata, - reflejemos instantáneamente cuántos de nuestros hermanos están agotados por aflicciones diversas y pesadas, - se ven afectados por la perplejidad adolorida, o se reducen a la angustia más baja. Si reflexiones como estas no nos sacan de nuestro letargo, debemos tener corazones de piedra. ¿Pero debemos orar solo por los creyentes? Aunque el apóstol declara los reclamos de los piadosos, no excluye a otros. Y, sin embargo, en la oración, como en todos los demás oficios, nuestro primer cuidado, sin duda, se debe a los santos.

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