8. Porque el que siembra para su carne. Habiendo declarado el sentimiento general, ahora lo divide en partes. Sembrar para la carne es esperar las necesidades de la vida presente, sin tener en cuenta la vida futura. Los que hacen esto recogerán el fruto correspondiente a la semilla que han sembrado, - acumularán lo que perecerá miserablemente. Sembrar en la carne (seminare in carne) se supone que significa indulgencia en los deseos de la carne y corrupción significa destrucción; pero la exposición anterior concuerda mejor con el contexto. Al apartarme de la traducción anterior y de Erasmus, no he actuado precipitadamente. Las palabras griegas , ὁ σπείρων εἰς τὴν σάρκα ἑαυτοῦ, significan literalmente, el que siembra en su carne. ¿Y qué más significa esto, sino estar tan enteramente dedicados a la carne, como para dirigir todos nuestros pensamientos a sus intereses o conveniencia?

Pero el que siembra para el espíritu. Por el espíritu entiendo la vida espiritual, a la que se dice que siembran cuyas opiniones se dirigen más al cielo que a la tierra, y cuya vida está regulada por el deseo de alcanzar el reino de Dios. De sus empleos espirituales cosecharán en el cielo fruto incorruptible. Esos empleos se denominan espirituales debido a su fin, aunque en algunos aspectos son externos y se relacionan con el cuerpo, como en el mismo caso ahora en consideración de los pastores de apoyo. Si los papistas se esfuerzan, de la manera habitual, por construir sobre estas palabras la justicia de las obras, ya hemos demostrado cuán fácilmente se pueden exponer sus absurdos. Aunque la vida eterna es una recompensa, no se sigue que seamos justificados por las obras, o que las obras sean meritorias de salvación. La bondad inmerecida de Dios aparece en el acto mismo de honrar las obras que su gracia nos ha permitido realizar, prometiéndoles una recompensa a la que no tienen derecho.

¿Se exige una solución más completa de la pregunta?

1. No tenemos buenas obras que Dios recompense, sino las que derivamos de su gracia.

2. Las buenas obras que realizamos por la guía y dirección del Espíritu Santo, son los frutos de esa adopción, que es un acto de gracia gratuita.

3. No solo son indignos de la recompensa más pequeña e insignificante, sino que merecen ser condenados por completo, ya que siempre están manchados por muchas imperfecciones; ¿Y qué tienen que ver las contaminaciones con la presencia de Dios?

4. Aunque una recompensa había sido mil veces prometida para funcionar, aún no se debe sino cumpliendo la condición de obedecer la ley perfectamente; ¡y cuán distantes estamos todos de esa perfección!

Dejen que los papistas se vayan e intenten forzar su camino al cielo por el mérito de las obras. Estamos alegremente de acuerdo con Pablo y con toda la Biblia en reconocer que no podemos hacer otra cosa que no sea por la gracia gratuita de Dios, y que los beneficios que resultan de nuestras obras reciben el nombre de una recompensa.

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